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De una isla tropical del Pacífico al Himalaya hay miles de kilómetros de distancia;de Far Cry 3 a Far Cry 4 no tanta, pero aunque Ubisoft haya optado por la vía continuista, esta secuela es un muy buen juego que hará las delicias de los fans de la saga. Un descacharre de acción y violencia sin complejos, un mundo enorme para explorar y un montón de cosas que hacer en él para tenernos decenas de horas pegado al mando.
La fórmula del juego es conocida: a medio camino entre el juego de disparos en primera persona y el juego de rol, nuestro personaje tendrá que ir abriéndose paso por un entorno gigantesco, conquistando puntos determinados para desbloquear áreas del mapa y, básicamente, repartiendo leña a todo lo que se mueva hasta liberar la zona de la influencia, en este caso, del ejército de Pagan Min.
Far Cry 4 aporta nuevos ingredientes a la fórmula. Para empezar, aunque el mapa es más o menos del mismo tamaño que el de Far Cry 3, la particular orografía del Himalaya hace que sea más denso y dé más de sí en cuanto a navegación.
Así, hay zonas a las que resulta especialmente difícil acceder, y a menudo un objetivo que parece cercano implica recorrer un largo y peligroso sendero para rodear una montaña... camino durante el cual nos puede ocurrir casi de todo. La fauna salvaje de la zona es, evidentemente, muy distinta a la de Far Cry 3... y nos ofrece la posibilidad impagable de entrar en una fortaleza montado en un elefante, como si fuéramos el ejército de Aníbal en un solo hombre.
A todo esto se suma el aspecto multijugador del juego, que en esta entrega recibe un especial hincapié. Lanzarnos en cooperativo contra Pagan Min será en ocasiones muy buena idea: algunas fortalezas son francamente difíciles para liberar en solitario. La posibilidad de invitar a participar a amigos que no tengan el juego es una idea francamente buena, aunque no hemos podido ponerla en práctica para ver qué tal funciona.
El multi competitivo, por otro lado, ofrece tres modos de juego bastante entretenidos. Todos nos muestran el enfrentamiento entre dos facciones, la Senda Dorada y los Rakshasas (un tipo de demonio de la mitología hindú). En uno de estos modos tenemos que encontrar y destruir unas máscaras demoníacas; en otro, controlar (o defender) un punto determinado del mapa; finalmente hay otro consistente en destruir (o defender) tres imprentas necesarias para imprimir propaganda política.
A gracia de estos modos es que los dos bandos son diferentes: los miembros de la Senda Dorada cuentan con un potente arsenal de armas; por contra, los Rakshasas sólo llevan arco y flechas, pero tienen el poder especial de volverse invisibles al agacharse y de invocar un tigre, un oso o un águila para que luchen a su lado.
Pero no nos engañemos, la conclusión final con Far Cry 4 es positiva; sí, es continuista y sigue la fórmula de su predecesor, pero no es una fórmula tan agotada como otros formatos de juego de disparos. ¡Sigue siendo divertidísimo desatar el caos a tiros... y más aún a lomos de un elefante!

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